El arte de la mano que duerme es el arte de golpear a los sueños para que despierte la realidad.
Una mano cerrada que atraviesa marcos de conciencia para alcanzar la vacuidad inherente a todo lo que te rodea.
Un día ese hombre se concentra y descubre que es dios.
Cuando dios toma conciencia de que es dios, despierta.
Es el despertar del Buda.
No hay disputa.
¿Quien se atrevería con dios?
Sólo aquel que ignora que lo es, es aquel que está dispuesto a romper la armonía de la existencia, con tensión y disputa.
El conocer tu dios interior, provoca la acción justa.
La acción justa es la acción de la no_acción.
Es armonía.
Es respiración.
Y, en ella no hay transgresion, hay la armonía de dos flujos que se respiran.
Cuando tu inhalas el universo exhala y si tu exhalas, el universo inhala.
Todo golpeo es tu exhalación y la inhalación del universo en danza. En baile común... Alma con alma.
En ese momento el golpe se lanza desde una exhalación única desde el hara que sesga la acción pero no detiene la danza y, como ese universo duerme, no llega a percibir la circunstancia que lleva a romper un devenir que no te llevaba a la realización de tu leyenda.
Por eso, el primer golpe siempre es una ruptura de tu destino.
Su eficacia determina, alcanzar el vacío de alma y de existencia.
Eso es la vía del viento desde el arte de la mano que duerme en pensamientos y, es que, sólo un pensamiento golpea a otro pensamiento.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
sábado, 12 de julio de 2008
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